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Mensaje por Saimon Sáb Mayo 05, 2012 4:27 pm

Dos años. Dos largos años había estado viviendo en su hogar sin que nadie de su familia supiera de su estancia allí. Pese haber completado su entrenamiento en el exterior de aquellas murallas durante un año, los dos siguientes estuvo hasta arriba de tareas. No lo dejaban descansar ni por un momento. Los madrugones repentinos en mitad de la noche, las patrullas por las zonas menos deseadas, los entrenamientos, las tareas individuales, los castigos por comportamiento… Si, Saimon estaba hasta arriba y no encontraba ningún momento en su atareada vida para visitar a su madre y decirle que se encontraba bien siquiera. ¡Pero eso ya había terminado! Hacia unos escasos días, la persona al mando del grupo de soldados en prácticas, les notificó que su vida iba a mejorar a partir de entonces. Lo que con ello quiso decir, no fue otra cosa que; Ya son soldados (aunque por ahora de los novatos).

Una vez Saimon abandonó la zona en que los aspirantes a soldados se alojaban, que se encontraba tras el castillo no muy lejos, bolsa al hombro, se dirigió al mercado. Después de tanto tiempo sin ver a nadie conocido, lo primero que quería hacer ahora que era “libre”, era ir a una taberna y quitarse ese antojo de tomar una buena cerveza. Había estado tres años, desde que se marchó, sin ver a nadie. ¿Qué mas daba esperar un poco mas ya?

Caminando por la calle con todas sus pertenencias en aquella bolsa, portando el uniforme de soldado de menor nivel, pero soldado al fin y al cabo, entró en una taberna que parecía tener buena pinta desde fuera y su nombre, “El hervidero rojo”, tenía chispa. Sin pensárselo dos veces entró de cabeza, decidido.

Allí lo que se encontró nada mas abrir la puerta de par en par, fue un lugar oscuro y alumbrado ligeramente con rojizas lámparas de aceite. Eso y el peculiar grupo de gente que se encontraba en el lugar hacia honor a su nombre. Mientras entraba y se dirigía a la barra recto e indiferente a las miradas de desprecio y burla que le proferían, la tensión de aquel silencio crecía. Y que decir de los murmuros que comenzaron a oírse, algunos de asombro y otros divertidos, cuando se situó en la mitad de la barra y pidió su cerveza dejando su bolsa a sus pies. No supo decir el rubio muy bien cuando fue el momento exacto en el que cesaron los murmuros y apareció una presencia tras él.

-¿Sabes donde estas, chaval? –un tipo enorme que parecía tallado en la misma roca, con la piel tostada por el sol y con cicatrices en sus desnudos brazos se encontraba frente a él una vez Saimon se giró. Para mirarle a los ojos, pese a su altura propia, tuvo que alzar ligeramente la vista. –Por supuesto que se donde estoy, no soy ciego. Y… al parecer –olió y arrugo la nariz con asco sin cortarse -tampoco parece que haya perdido el olfato –dijo esbozando una maliciosa media sonrisa y esquivó un repentino puñetazo del gigante que acabó chocando contra la barra. El que fallara le enojó aun más. La clientela de la taberna parecía entretenida por el “espectáculo” que se estaba llevando a acabo frente a ellos, habiendo una par de ellos que animaban al grandote a que le diera una paliza. –Eres hombre muerto –dijo mientras se acercaba a paso lento pero firme. Saimon por su parte lo miraba atento y retrocedía a pasos cortos, esperando que le atacara. –Oeh, oeh… no hace falta que te pongas así. Tu problema se arregla con un baño, no es para tanto… ¡Woowh! -de pronto tropezó al ponerle uno de los que observaban la pierna, cayendo al suelo de culo. –Tsk, mierda… -susurro un poco dolorido por la caída. Entonces, todo continúo sin parar. El gigante lo cogió de la pechera de su ropa, dejando sus pies rozando el suelo. El tabernero, al conocer lo que ocurriría, pidió que salieran fuera. El pública parecía animado porque la sangre corriera. – ¡Sácalo fuera! ¡Aquí no quiero más estropicios por tu parte Humk! –repitió el tabernero. Tras eso, Saimon salió volando hacia la puerta de vaivén, cayendo sobre la dura piedra de la calle. –Aaaah… -se quejó, apretando los dientes. –Gigante de mierda… te voy a dar una paliza… -le aseguró entre dientes apoyándose con los codos para mirar a la puerta. Entonces, al instante de decir eso último se dio cuenta de que se encontraba a los pies de alguien. Miró hacia arriba y al ver de quien se trataba sonrió familiarmente. Menuda forma de encontrarse con la gente…

El gigante salió a no tardar de la taberna, quedándose un grupo asomado en la puerta e incluso la única ventana que daba a la calle con el fin de seguir viendo el espectáculo.
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Mensaje por Rinto Dom Mayo 06, 2012 1:35 am

No eran mas de las once y Rinto se vio obligado a salir a buscar una bolsa de semillas que había pedido hacia ya semanas, era una flor algo extraña roja con motas azules, pero era bastante popular y por su extrañeza era mucho mas costosa, lamentablemente las semillas se conseguían en un volcán alejado a un par de semanas de Crassis, es por eso que cada dos meses Rinto mandaba traer esas semillas encargándoselas a un joven cazador al cual conocía de hace tiempo, que era no solo el que le traía las semillas si no que era un empleado propio puesto que ayudaba también a entregar pedidos a domicilio que pudiesen presentarse.

El día era soleado, por demás caloroso, tanto que incluso resultaba fastidioso caminar por la calle abarrotada de gente que buscaba comprar sus cosas, el calor era tanto que incluso parecía que el aire se agotaba y a lo lejos se podía ver como el suelo irradiaba calor, distorsionando la imagen, sencillamente un día espantosamente caloroso. Rinto, aprovechándose de sus conocimientos en hechicería, dejo caer un polvo de color plateado sobre una maceta fuera de un local por el que pasaba, de ahí enseguida floreció una pequeña mata de color azul y el cielo enseguida se nublo, comenzando a anunciar una próxima lluvia.

Rinto ahora más sonriente y satisfecho siguió su camino, sacando de entre las mangas de su ropa un pequeño paraguas con el cual se cubrió de la consiguiente lluvia, respirando gustoso al sentir el delicioso aroma de la tierra mojada con la lluvia, mientras gente de todas edades corría para cubrirse de la lluvia y no terminar con todo lo que pudiera arruinarse mojado.- llorones –pensó mientras sonreía.

No tardo demasiado en llegar al lugar provisto, una pequeña tienda donde el cazador que le proporcionaba las semillas trabajaba, al llegar fue bastante bien recibido por los dueños y finalmente pago recibiendo a cambio un pequeño costal con semillas de vivo color rojo los cuales guardo en el morral que siempre llevaba consigo. Luego de una respetuosa reverencia y una adorable sonrisa salió de allí, sonriendo satisfecho al saber que pronto tenia esas exóticas plantas vendiéndose como pan caliente, después de todo ya tenia varios pedidos hechos de semanas atrás solo por esas hermosas y curiosas flores.

En su camino de vuelta a su hogar, noto con algo de curiosidad que unos metros adelante había mucha gente aglomerada, mas de la que le gustaría y de la que pensaría que era normal, cosas así sucedían cuando había un noble en los barrios bajos o cuando se anunciaban bailes o festivales a los que nunca era invitado, por lo que sin pensar demasiado en eso decidió seguir su camino rumbo a la florería que casi le urgía abrir.
Camino apenas un par de metros antes de que una figura cayese a sus pies, abrazando por precaución su morral, bajo la mirada para ver de quien se trataba, no necesito mas que ver ese peinado para saber de quien se trataba, enseguida un sonrojo cubrió sus mejillas y estuvo apunto de lanzarse a sus brazos para saludarle cuando escucho a una voz un tanto mas gruesa y aterradora.- pelear –pensó, mirando a ese hombre y conociendo de sobra la manera en que el otro solía solucionar sus problemas.
Quizo solucionar las cosas de otro método, pero antes de que Rinto pudiese decir algo, el otro se lanzo ante ellos, aquello hizo que su ceño se frunciera y de un solo chasquido de dedos el sujeto salió disparado hacia la pared, Rinto aprovecho ese momento para tomar la mano de ese chico y correr, deteniéndose apenas estuvieron en la florería.

Cuando recupero el aliento y se sintió mejor, sus brazos no tardaron en rodear el cuello del otro, abrazándole con fuerza, sintiendo de nuevo aquel aroma que tanto conocía, perteneciente a su mejor amigo de la infancia, aquel que era su todo cuando no sabia defenderse por si mismo. Cientos de emociones comenzaron a recorrerle al sentir el abrazo, derramando unas cuantas lágrimas.- te extrañe –dijo con un movimiento de labios, deseando que el otro pudiese escucharle.

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Mensaje por Saimon Dom Mayo 06, 2012 5:23 am

De todo el mundo ante el que podía haber acabado tirado a sus pies, el destino, el agraciado e inexplicable destino, había hecho que fuera a parar a los pies de su mejor amigo y casi hermano. Rinto. Por un momento, cuando alzó la vista y sonrió al reconocerlo al instante, una oleada de alegría lo asaltó, pero la aparición de aquel gigantón rompió el inesperado y peculiar reencuentro entre ambos tras tres años sin verse ni saber el uno del otro.

Aquel momento en que el peliazul chasqueó los dedos, el gigante chocó contra la pared de la taberna por una fuerza invisible al ojo humano. Los curiosos y anonadados espectadores del propio local pasaron la mirada de su “amigo” al peliazul y nuevamente a su compañero. Mientras se preguntaban y decían; “¿¡Cómo lo ha hecho!?, ¿Pero que…? Ha parado a Humk sin tocarlo… ”.Sin tiempo que perder, el peliazul asió de la mano al rubio y echaron a correr, sacándole a éste de su sorpresa para volverle a su alegría. Corriendo, huyendo del lugar de los hechos tras la enojada mirada del hombretón que les siguió sin prisas en su paso, recordó su niñez. Aquellos momentos, en los que al igual que ahora, el rubio tenia que ser rescatado por Rinto, huyendo junto a él por su pacifica forma de ser.

Apenas habiendo llegado a la floristería, se detuvieron en una calle por la que transcurría una o dos personas de vez en cuando a toda prisa. Con la lluvia que caía, calando todo a su paso, todo el mundo debía de haberse regresado a sus casas, dejando sus compras y tareas a medio hacer. Por un momento, en silencio, escuchándose las aceleradas y jadeantes respiraciones de ambos, mientras miraba Saimon de medio lado a sus espaldas para ver si los seguían o no, sintió el calor y el peso de dos brazos rodear su cuello. Su mirada, como un rayo, se posó sobre el contrario, quien lloraba de felicidad. Su corazón latió con fuerza, ardiendo su pecho por estar en verdad con él, con Rinto, su amigo y compañero de infancia y del alma.

No encontraba ninguna palabra con la que empezar tras tres años sin verle. ¿Qué le iba a decir?; “¿Qué tal?, ¿¡Cuánto tiempo!? ¿Te has portado bien?”… Dios, estaba tan feliz por aquello que no dejaba de sonreir calidamente sin articular palabra. Abrazándolo, le vio mover los labios y leer en ellos; “te extrañé”

Si era posible, Saimon ensanchó su sonrisa tras aquello.

-No entiendo por qué –bromeó, separándose del peliazul lentamente a regañadientes, manteniéndose a muy poca distancia para, con ambas manos, limpiarle el rostro de esas lágrimas, así como de alguna gota de agua que corría por éste. –Solo han sido tres eternos años… -ironizó, mirándolo a los ojos con un brillo lleno de afecto, paz, alegría y calor.

Tres años… En esos tres años ambos habían cambiado, al menos, en cuanto al físico respecta. Rinto se veía algo más mayor pero igual de lindo. Y ese cabello que se había dejado crecer…. le quedaba realmente bien. Por su parte, Saimon no había cambiado mucho. Su peinado seguía siendo el mismo y la escasa diferencia de altura entre ambos se había mantenido igual. Tal vez, el único cambio en él era la cicatriz sobre su nariz.

-Tienes buen aspecto, Rinto… -dijo tras unos segundos en una voz suave, casi como hipnotizado, acariciando uno de esos largos cabellos que caían por su hombro, mirando allí donde tocaba. –Aun no me creo que seas tu, jejeje… -soltó ligeramente emocionado, riendo un tanto nervioso mientras lo miraba de nueva a la cara. Entonces un cubo de madera para el agua apareció disparado de una calle, estrellandose contra la pared de una casa. El rubio miró a sus espaldas y allí lo vio. Los había encontrado. –Tsk, que cansino… -murmuró. Miró de reojo al peliazul mientras le daba la espalda. –Vete a la tienda y espérame allí –le ordenó para después volver su mirada a aquel tipo que se acercaba con una boba sonrisa.

Aquella actitud protectora con el contrario no había cambiado en absoluto en Saimon. Ni aun viendo cuan poder albergaba el peliazul, capaz de haber derribado a ese enorme tipo, dejaría de protegerlo. La valentía, en el rubio, rozaba la temeridad. Y Rinto era muy consciente de ello, sabía lo cabezota que podía llegar a ser.
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Mensaje por Rinto Lun Mayo 07, 2012 1:17 am

No se soltó del abrazo que había puesto en el otro hasta el momento en el que el mismo le separo, acariciando su cabello con una delicadeza extraordinaria y una sonrisa que le pareció por demás abrigadora y familiar, mentiría si decía que no había extrañado a ese hombre, con quien había compartido muchas experiencias tanto buenas como malas, de ese chico con que era el único con el que había tenido la confianza suficiente como para llorar, reír eh incluso pelear, aquel chico que en poco tiempo se había vuelto una de las personas mas queridas por el cuando mas necesitaba de alguien, recordando claro que su padre lo hecho de casa siendo apenas un niño de no mas de diez años.

Aquella nostálgica reunión en que se había visto envuelto con su mejor amigo no tardo en romperse cuando un balde exploto contra la pared, aquello no solo le saco de concentración si no que incluso le asusto un poco, haciendo que unas cuantas macetas cercanas se cuartearan producto de su energía.- esperarte? De que hablas? –pensó, pero no pudo hacer mas que asomarse un poco viendo a ese hombre de nuevo, es que acaso no entendía que todo había terminado ya? Aunque bastara un simple chasquido de dedos, no dejaría que el otro tocara siquiera a saimon sin que el interviniera para evitarlo.

Negó un par de veces, parándose delante de saimon, un poco temeroso mientras miraba a ese hombre que reía y chasqueaba de manera casi ridícula sus dedos. Trago en seco antes de recitar en silencio unas cuantas palabras, segundos luego una pequeña explosión en el suelo, hizo desaparecer al otro en el aire, supuso que si lo mandaba unas cuantas calles mas lejos todo estaría bien, no sin antes haberle infringido algo de dolor solo como advertencia.

Cuando el otro desapareció, Rinto cayo al suelo de rodillas, mover tal cantidad de masa corporal había resultado agotador por corta que hubiese sido la distancia, después de todo estaba acostumbrado a mover solo cosas pequeñas, flores y macetas de un lado a otro para acomodarlo y si eso lo hacia sudar era mas que obvio que mover a un sujeto que sencillamente pesaba doscientos kilos le terminaría agotando.
Se puso de pie segundos luego, limpiando el sudor de su frente mientras palmeaba el pecho del otro, sonrojándose al sentirlo duro y trabajado, completamente distinto a cuando el otro se había ido, supuso que se debía a que había estado bajo mucho esfuerzo físico pero aun así no pudo pasar por alto el imaginar su torso perfecto.
Negó un par de veces rápidamente para despejarse, tomando la mano del otro para llevarle dentro, colocando sobre un pequeño calentador de leña un poco de agua, estaba seguro de que el otro disfrutaría de una taza de humeante te que también le caería bastante bien. Cuando termino de prepararlo, se sentó frente al otro, bebiendo de su taza sin saber que decir, había mucho en su cabeza que no sabia por donde comenzar, en su lugar un sonrojo adorno sus mejillas

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Mensaje por Saimon Lun Mayo 07, 2012 2:12 pm

Miró con un poco de sorpresa a Rinto cuando negó y se puso frente a él tras haberle mandado regresar a la tienda, que le esperara allí. El peliazul no había cambiado. Al igual que cuando eran más jóvenes, ninguno abandonaba al otro en circunstancias como estas, siempre juntos codo con codo. Aquel recuerdo le agradó tanto que estuvo apunto de sonreir, pero al ver de pronto como el gigante salía despedido hacia atrás con una tremenda fuerza, por la silenciosa magia de Rinto, se quedó un tanto perplejo. No por el hecho de que su amigo usara magia, eso lo sabía de mucho antes, sino de que tuviera tal poder dentro de sí.

-¡Rinto! –dijo de pronto al verlo caer de rodillas, agachándose a su lado con el corazón retraído en su pecho por el susto que se había pegado al verlo flaquear, saliendo de su asombro de golpe. -¿Estas bien? –preguntó, ayudándole a ponerse en pie lentamente. –Eso debe haberte agotado… -comentó mirándolo, limpiándose el peliazul el sudor de su frente, percatándose el rubio del ligero sonrojo de Rinto cuando le tocó el pecho. Sin embargo, al no estar pendiente mas que de su estado, no llegó a relacionar aquello con… ¿vergüenza tal vez? Saimon esperó a que el contrario se recuperase un poco para recorrer el corto trayecto que les quedaba para llegar a la tienda. Tienda que a su vez era la misma casa en que Rinto vivía, y, a la cual, acabaron entrando al de poco.

Nada mas entrar, resguardándose ambos muchachos de la lluvia y del peligro de fuera, el peliazul se fue directo a calentar un poco de agua. Saimon por su parte, al entrar en la casa en la su amigo vivió aun tras haberla heredado del abuelo de Saimon años atrás, la miró detalladamente, caminando a paso lento mientras se dirigía a la cocina y tomaba asiento. Todo estaba donde recordaba que estaba. Puede que alguna que otra cosa hubiera sido sustituida, pero por lo general, desde que se marchó el rubio, nada había cambiado en absoluto; la decoración, la agradable estancia, el olor a flores y tierra a causa de la cercana tienda... Los años no parecían haber pasado en aquel lugar.

Al de un rato, habiendo tomado asiento, dándose cuenta de lo cansado que se encontraba de pronto, su mudo amigo le tendió una humeante taza de. –Gracias –le dijo, y tomó un sorbo. Un pequeño silencio se apareció entre ambos ahora que estaban más tranquilos Después de su “larga” separación, ¿qué deberían decirse? –Sigue igual de rico que siempre tu té, aunque sinceramente…. hubiera preferido una cerveza. Que no te ofenda Rinto, jeje… -se apresuró a decir tras aquel sincero y bonachón comentario, esbozando una media sonrisa antes de dar otro sorbo a su bebida. –En el cuartel no dejaban que saliéramos casi, quería darme el capricho –confesó, tomando aquello como argumento. –Entiéndeme –sonrió a modo de media luna con picardía, y, al de poco, esa sonrisa picaresca de torno suavemente calida en aquel rostro de chico busca peleas. –Te he echado de menos… -le dijo de frente, teniendo al peliazul al otro lado de aquella estrecha mesa rectangular, manteniendo sus manos entorno a su calentita taza.

Las ropas de ambos se encontraban ligeramente mojadas debido a la lluvia, y sus cabellos se encontraban un poco húmedos. Nada que no se secara tras un rato en un sitio seco como aquel.
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Mensaje por Rinto Mar Mayo 08, 2012 11:37 am

Sus manos se pasearon por el vaso de manera repetida, no sabia que podía hacer para acabar con ese incomodo silencio y le molestaba pues sentía que el otro terminaría yéndose y el no quería eso, al menos no tan pronto puesto que era la única persona que le veía como algo mas que un florista mudo, era quien veía todo lo que Rinto representaba y eso le hacia sentir una enorme seguridad que no había conseguido sentir con nadie mas, sentía una especie de cosquilleo agradable en el estomago que sentía solo cuando le tenia cerca y que ya había olvidado por el tiempo que el otro había estado fuera.

Alzo la vista solo cuando le escucho que quería una cerveza, debió imaginarlo pues Saimon no era mas el niño con el que solía convivir, el ya era todo un hombre, que tenia un empleo y seguramente una casa donde quedarse, aquellos tiempos en los que solían salir al patio de atrás a jugar ya no volverían mas.
Se puso de pie rápidamente y fue hasta la cocina, tomando una cerveza que guardaba en ese lugar, no era para el pues no bebía pero había sido un regalo y no había querido deshacerse de ella a menos que fuera necesario, después de todo tenia apenas un par de horas.
Cuando se la extendió al otro y sintió aquel roce con sus dedos en la piel ajena, un recuerdo doloroso vino a su mente, un recuerdo que le hizo resignarse hace mucho tiempo con conformarse solo con la amistad de Saimon.

FlashBack.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Hacia no muchos años, un pequeño Rinto tenia apenas un par de meses de haber llegado a ese hogar, donde un amable señor y su nieto habían decidido darle asilo, después de todo no tenia aun los medios para cuidarse solo, además claro de las heridas en su cuerpo producto de la golpiza propinada con su padre.
Pero no había tardado demasiado en notar al nieto del hombre, era un chico un poco mas alto que el, era atractivo sin duda y solía ser un chico atento y especial con Rinto, eso hizo que en su pecho crecieran rápidamente multitud de sentimientos confusos que solo tuvieron respuesta cuando se dio cuenta de que había caído profundamente enamorado.
Cuando se armo de valor, para decirle al otro las cosas que sentía, tomo una pequeña flor de color azul del jardín para usarla como regalo, y cuando quiso acercarse al otro para darle a conocer sus sentimientos, fue que lo vio abrazando y tomando de la mano a otro niño mas o menos de su edad, su pequeño corazón termino bastante lastimado, pero entendió que Rinto no era nadie mas que un chico mudo que había pedido asilo y decidió conformarse solo con su amistad.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.--.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Su mirada termino en el suelo, eso había sucedido hacia ya mucho tiempo pero aun lo sentía fresco, desventajas de tener un corazón tan grande y tan frágil como el de Rinto era que heridas como esas no eran olvidadas con tanta facilidad y siempre terminaba hiriéndolo.
Levanto la vista cuando escucho la campana de la puerta, anunciando un nuevo cliente por lo que rápidamente salió a recibir con una sonrisa al cliente.
Buenos días… me gustaría un gran ramo de rosas –dijo aquel hombre que entro al local, pasando sus manos por la mejilla de Rinto, causando en el un enorme sonrojo mientras alistaba lo necesario.

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Mensaje por Saimon Mar Mayo 08, 2012 4:44 pm

Lo vio levantarse poco de confesarle que prefería una cerveza a una taza de té, lo que fue en parte una broma con el que romper el hielo que la ausencia de esos tres años se había interpuesto entre ambos. Aun así, el bueno y servicial de Rinto le trajo una pequeña jarra de cerveza, la cual la aceptó con una gran sonrisa, encontrándose sus manos un instante en esa jarra. Aquel gesto pareció tener alguna reacción en el peliazul, puesto que bajó la mirada, y si alguien sabia leer los gestos de Rinto era él. ¡Por los dioses, crecieron juntos! Cosas como aquellas se aprendían con el tiempo y, mucha, mucha practica.
No le dio mucha importancia. Tal vez el contrario seguía avergonzándose ante el tacto del rubio, al igual que cuando en la calle posó una de sus manos sobre su pecho para apoyarse. Aunque… si se ponía a pensar, cosa que no hizo, Rinto aun siendo pequeños era un chico fácil de sonrojar, al menos que Saimon supiera. Ese era una de las razones por el que le cayera bien en tan poco tiempo. Pese a ser pequeño Saimon, desde el primer día que el peliazul le sonrió y se sonrojó cuando, al de pocos días de llegar malherido, el rubio se prestó voluntario a darle de comer para que no se forzara, se enamoró de él. Sintió como de golpe su vida se enlazaba a aquella hermosa criatura, pero… en un momento de su infancia, hubo un insignificante cambio entre ellos sin motivo aparente. ¿Por qué? No lo sabia, pero aquello le dio a entender que el contrario solo lo veía como su mejor amigo, e incluso puede que como su hermano.
El tintinear de la campanilla de la entrada advirtió al mudo peliazul de un cliente, por lo que se levantó de golpe y marchó a la tienda para atenderlo, dejando la puerta entrecerrada como de costumbre. Saimon, curioso por verlo trabajar se levantó jarra en mano y observó por la rendija de la puerta. Lo que vio le hizo quedarse de piedra. Aquellas confianzas de acariciar así sus mejillas, su sonrojo… Que no fuera él quien le hacia eso, sino un desconocido (para el rubio), le sentaba como si le clavaran dagas en el estomago lentamente.
-Quisiera que fueran azules y hermosas, como tu… –le dijo romántico aquel tipo, bajando sus manos lentamente de sus mejillas por su cuello, y así llegar a sus hombros, donde descansaban algunos de los largos y suaves mechones del peliazul. –Aunque dudo que ni todas estas flores juntas pudieran igualar tal belleza –añadió suavemente, absorto en sus ojos.
Esas palabras, que llegaron a oídos de Saimon le hicieron que, inconscientemente, sin quitar la mirada de aquella escena allí tras la puerta, apretara la jarra de bronce en la que tenia su cerveza hasta el punto de tener sus dedos blancos por la presión que ejercía sobre el metal. Una llamita de celos surgió en su interior. Entonces se le ocurrió que tal vez, solo tal vez, durante aquellos tres años el peliazul había encontrado a alguien y se había enamorado. Pero aun así, pese a aquella posibilidad, Saimon seguía celoso. No quería compartir a Rinto. Nunca le había dicho directamente que lo amaba o le quería por aquella idea que tenia de que el otro no sintiera lo mismo, y no quería hacer el ridículo o incluso perderlo por ello. Aun así, no aguantaba ver que nadie se lo intentara camelar. Era suyo…
No llegaba a ver el rostro de su amigo al encontrarse de espaldas a la puerta, sintiendo por ello mas ganas de saltar encima de aquel tipo y liarse a tortas al verle la cara en parte mientras le hablaba tan de cerca. Mucho estaba poniendo por su parte para no intervenir, aunque no aguantaría mucho mas. Y mas si seguía tan cerca de su mudo.
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Mensaje por Rinto Jue Mayo 10, 2012 2:11 pm

No era la primera vez que algo similar sucedía, hombres guapos entraban a esa florería a comprar alguna cosa y siempre aprovechaban para coquetearle a Rinto el cual siempre terminaba sonrojándose avergonzado, estaba acostumbrado claro, pero era molesto que compraran flores para sus parejas y le coquetearan solo para verle sonrojado, Rinto sabia ya que nadie entraría nunca por esa puerta diciendo que le amaba y que quería salir con el, esas cosas solo pasaban en su imaginación o en libros que llegaba a leer, pero es ¿tan malo era que Rinto quisiera desesperadamente estar con alguien que lo quisiera y que quisiera compartir la vida con el? Aun siendo una infantil fantasía, imaginaba a una persona que viniera a buscarle a el en lugar de las flores.

Un largo suspiro Salió de sus labios al ver a su cliente salir de la florería, marchándose de ahí, seguramente a ver a su pareja y salir a pasear o algo similar. En esos años Rinto había visto ya varias veces aquello, chicos que compraban sencillos regalos, volvían años luego con niños a comprar un regalo para el que ahora era su esposo, eso era maravilloso para el, el ver tales muestras de amor le hacia latir el corazón con fuerza, esperando con ansias el momento en el que a el le tocara vivir lo mismo.
Saliendo de su ensoñación, apunto en un pequeño cuaderno la venta que había hecho “un ramo con ocho rosas azules”, así se aseguraba de que no se le olvidaría, además así podría surtir las flores restantes.

Cuando entro de nuevo a la casa, miro el rostro serio de Saimon, no sabia porque había adquirido aquel semblante molesto, pero algo debió haberle molestado, no sabia que era ni mucho menos si era su culpa, pero no le preguntaría para no inmiscuirse en cosas que quizá ni siquiera tenían nada que ver con el.
Tomo su mano, aquella mano que siempre fue mas grande que la suya, que le provocaba un montón de sentimientos, justo como cuando era un pequeño niño y comenzó a tirar de ella, ya no era tan temprano y seguramente el otro estaría cansado, así que le llevo a una de las habitaciones en las que se quedaría.
Toda la casa tenia un toque rustico agradable y además un delicioso aroma a naturaleza por lo que suponía que el otro no tendría problemas en quedarse ahí, cuando termino de conducirle a su habitación, le indico donde estaba el baño y demás cosas necesarias y luego salió, cerraría temprano la tienda, para poder pasar mas tiempo con su inquilino y mejor amigo.

Sus pasos presurosos, fueron hasta la florería, donde cerro aquella puerta de madera con un candado bastante seguro, quizá nadie querría las flores, pero tenia cosas de mucho valor sentimental en ese lugar, en donde esperaba pasar muchos años de su vida, imaginando incluso cuando sus hijos [si llegase a tener alguno] le ayudaran a llevar la florería; otro suspiro escapo de sus labios, debía dejar de pensar en eso o solo terminaría desesperándose mas al no ver a nadie interesado en el.- “es una perdida de tiempo” –pensó acomodando su cabello de manera tímida, mientras su mirada iba al suelo.
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Mensaje por Saimon Sáb Mayo 12, 2012 2:18 am

Durante el tiempo en que aquel otro hombre estuvo en la tienda, Saimon no le quitó el ojo de encima. Lo quería fuera de la tienda cuanto antes, lo quería apartado de Rinto. Por esa razón, mirándolo fijamente tras la puerta, a escondidas, y sintiendo aquel ardor de celos que lo comía por dentro, tras su marcha, el rubio se recostó contra la pared mirando el contenido de su jarra con cierta molestia. Por su mente pasaron cientos de preguntas respecto a si Rinto había encontrado a alguien ya, si estaría cerca de comprometerse, como era el otro, si lo trataba bien… Paranoias. Con lo fácil que seria preguntar y él comiéndose la cabeza de aquella forma, molesto de celos por la escena de hacia un momento.

Saimon, durante sus años fuera, había tenido solamente en su mente la imagen del peliazul para salir de las peores situaciones. Era el sueño y objetivo por el que había sobrevivido y hecho mas fuerte en aquellos entrenamientos en los que más de uno perdió la vida. Por congelación, hambre, enfermedad, un error de entrenamiento, una traición… Todos estos y más obstáculos fueron superados por la férrea voluntad de Saimon de regresar a casa y ver al peliazul. Quería estar a su lado a pesar de creer que sus sentimientos nunca serian correspondidos por su mejor amigo de infancia y “hermano”.

Al ver que a su lado se abría, alzó la mirada de su bebida al contrario. Su mirada se veía claramente seria, como si le acabaran de dar una mala noticia que le había molestado. Y en verdad… aquella escena había sido como una puñalada por al espalda. Y eso que ni tan siquiera eran pareja.

Sintió como una mano del peliazul tomaba una de las suyas y le arrastraba al piso de arriba. Aquel simple tacto apaciguó sus celos, pensando que nunca nadie seria capaz de entender mejor al contrario como él. O eso era de lo que se intentaba convencer al menos. La jarra fue dejada sobre la primera balda de la cocina que vio mientras el menor tiraba de él. No puso ninguna resistencia a que lo guiara y llevara arriba, donde le indicó donde se encontraba el baño y el dormitorio. No le había preguntado antes si podía quedarse a dormir ahí, puesto que la casa ya no era de su abuelo sino del contrario, pero que éste le ofreciera la habitación en la que dormía de pequeño le agradó.

-Gracias por dejarme quedarme aquí, Rinto –dijo haciendo un ademán con la cabeza de aprobación y agradecimiento poco antes de cruzar la puerta a su nuevo dormitorio.

No era muy… ¿grande? Tan solo entraba la cama y un armario a media altura de tres cajones donde meter la ropa y las mantas de repuesto. ¡Pero oye! No iba a sacar pegas al cuarto. Después de todo, estos tres años ha estado durmiendo en suelos de piedra, arena, hierba y de todo tipo. En ningún momento durmió nadie en una cama o algo que se pareciera, menos algún que otro herido grave.



Se había dejado el petate con sus pertenencias (su otro traje de guardia, una ropa más cómoda y corriente, y su bota de viaje en la que llevar el agua) en la taberna, y no tenía nada que dejar en aquella habitación para empezar a instalarse. Aun así, encontrándose solo en el cuarto, se acercó al armario mientras se quitaba la parte superior y la tiraba a la cama. No iba a estar con su uniforme todo el día, y menos dentro de la casa. Quería ropas mas cómodas, por lo que empezó a curiosear lo cajones. Al final, tras remover un poco, sacó una camisa floja y cómoda, pero cuando lo hizo, algo calló al suelo. Apartó la prenda de enfrente suyo, dejándola sobre el bajo armario y miró a aquello que parecía un libro. Se agachó, y al ver escrito en la portada de delante “Diario”, a pesar de luchar contra su tentación, no pudo evitar comenzar a leer.

Muchas verdades había escritas en aquel libro, así como profundos sentimientos y descocidos secretos de los cuales Saimon no tenia constancia. No sabía muy bien si sentirse feliz por haber descubierto que aquel hombre peliazul lo amaba tras tanto tiempo creyendo que no, o sentirse miserable por haber sido el primero en herirlo del corazón. Se quedó pensativo con el libro entre sus manos, sentado en su cama de cara a la puerta con tan solo su pantalón y sus botas.

-¿Por qué no me lo habías dicho antes…? –se preguntó a si mismo en un susurro. Sus celos, ante aquel descubrimiento habías desaparecido. La llama se había extinguido de golpe en su interior.
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Mensaje por Rinto Lun Mayo 14, 2012 8:05 pm

No se quedo mucho tiempo en el primer piso, acomodo algunos platos que había usado y posteriormente lavado ese día y luego los reacomodo en las repisas correspondientes, aunque fuesen tareas mundanas como lavar platos o cocinar, Rinto disfrutaba haciendo aquello, era además de un desahogo una habilidad que había desarrollado en el pensamiento de que si sabia hacer bien esa clase de tareas un hombre lograría fijarse en. Quizá era muy desesperado eh incluso patético el pensar todo el tiempo en tener una pareja, pero Rinto siendo un niño que jamás recibió alguna muestra de aprecio, se sentía curioso y nervioso respecto a averiguar que se sentiría ser amado por alguien.

Cuando termino de hacer aquello que se había vuelto para el algo similar a una rutina, se soltó el cabello, usualmente llevaba un pequeño nudo bajo su cabello, que lo hacia lucir mucho mas corto de lo que realmente era, por lo que apenas soltó aquella pinza el largo cabello de Rinto se dejo ver completamente, bajando casi hasta su cintura y a ambos lados de su cara, luego tomo un gran vaso con agua y lo bebió entero, sonriendo luego al sentir el refrescante liquido bajando por su garganta.

Cuando se dispuso a subir a dormir, recordó que Saimon estaba en el cuarto en el que solía quedarse, se detuvo solo unos segundos para sonreír, suspirar eh inundar sus mejillas con un rojizo tono, definitivamente ese hombre seguía siendo todo de lo que se había enamorado hace años, era caballeroso y muy atractivo, además ahora suponía que su cuerpo debía estar trabajado y musculoso… -comenzó a agitar con fuerza su cabeza, sus pensamientos comenzaban a salirse del hilo en el que iban y estaba comenzando a pensar cosas que no eran, por lo que decidió olvidarse de eso y seguir rumbo a su habitación.

Sus ojos terminaron completamente abiertos cuando miro al otro, tenia algo en sus manos, pero no se fijo demasiado en eso pues el cuerpo trabajado y musculoso del otro capturo toda su atención, se quedo ahí completamente enrojecido, inmóvil y con una mirada que denotaba completamente el estado sorprendido en el que se encontraba. Aunque poco le duro la impresión, rápidamente aquello fue cambiado por vergüenza, una tan grande que rápidamente bajo la mirada y camino rápido a su habitación, ni siquiera se percato de si Saimon le había visto o no, solo sabia que su corazón latía con fuerza y su pecho subía y bajaba exaltado, definitivamente había pasado lo que menos quería, descubrió que estaba completamente enamorado de ese hombre y lo que era peor es que sabia que Saimon no sentía nada por el.

Luego de un rato, se sentó en su cama, mirando directamente a la ventana que daba hacia la calle, la gente se encontraba presurosa acomodando todo, según había escuchado el festival tradicional que se hacia cada año en esos lugares se llevaría a cabo, era una festividad pequeña, mas que nada entre los comercios de ese lugar, todos siempre cerraban y salían a disfrutar, mientras Rinto cerraba solo para que la gente no hablase mal sobre el y subía a su habitación, desde donde miraba el festival, vestido de manera festiva con un moño en su cabello, como si esperara que alguien fuera a buscarle, esa clase de fiesta siempre lograban deprimirle sobre todo porque siempre había muchas parejas, por eso ni siquiera se molestaba en salir de su casa, simplemente observar de lejos algo en lo que jamás encajaría.

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Mensaje por Saimon Mar Mayo 15, 2012 9:03 am

Miraba al suelo un tanto pensativo tras ser conocedor de las verdades de aquel libro, de los sentimientos de su mejor amigo de la infancia al que a escondidas le amaba.

Si de joven pasaba tanto tiempo con el contrario no era solo porque fuera el hijo “adoptado” de su abuelo o su mejor amigo (que también era por esto ultimo), sino que desde que vino a parar a casa de su abuelo y lo ayudó en su recuperación, sintió la flecha de cupido clavarse en su pecho. Por eso, siendo un tanto tímido e inexperto en aquello del amor y expresar sus sentimientos mas profundos, el rubio no dijo nada al peliazul. Al fin y al cabo… “¿Haría algún mal guardárselo?” –pensaba. Al parecer si…

La puerta de su habitación se abrió, y ante esto, Saimon alzó el rostro con el libro aun en sus manos, esbozando una ligera y calida sonrisa. Frente a él vio al peliazul con la mirada fija en él, por lo que el rubio dejó de sonreir de inmediato y miró el diario y luego al contrario. Al mirarlo se percató de la vergüenza que debía estar sintiendo en ese momento tras haber leído alguien, aun siendo un conocido, su diario. Aquel libro en el que guardaba el peso de sus sentimientos, su dolor, alegrías y sueños entre muchos otros.

Vio como Rinto lo dejaba solo, marchándose y aprisa a su propia habitación. Aquella de la que se había adueñado meses después del fallecimiento de quien lo cuidó le de dejó de herencia la tienda y la casa.

-¡Rinto, espera! –lo llamó, levantándose de la cama y dejando el libro en la cama para seguirlo. Sin embargo no llegó a tiempo para cuando éste se metió en su cuarto. Le daba un poco de miedo abrir la puerta. Pensó que se sentía así por haber leído su diario, por saber ahora sus secretos de la infancia y hasta poco antes de marcharse Saimon.

Tras aquella puerta, esperó un par de minutos intentando saber que era lo que iba a decirle. Aun pasado tres años, el contrario, que no se cortaba a la hora de ridiculizar a otros o decirles lo primero que se les ocurría sin pensar, en cuanto tenia que hablar sobre temas de corazón era realmente torpe. Suspiró hondo y abrió la puerta, viendo al contrario sentado en la cama y mirando a la ventana. Se acercó a él aun sin cubrirse ni nada.
-Oeh, Rinto…. Perdón por leer tu diario. No quería, pero… la tentación me pudo –dijo mientras se acercaba, sentándose a su lado lentamente al final. Posó una de sus manos sobre la más cercana a la del peliazul, que descansaba sobre la cama. -Sé que debes estar avergonzado por haberlo leído, pero no debes estarlo porque…porque… -¿tanto le costaba decirlo? –Tsk, a la mierda todo –chasqueo la lengua molesto, murmurando lo siguiente entre dientes. Entonces, sin pensarlo, impulsivo como era, besó al contrario de lleno en los labios, aforrándose a la mano que había tomado antes del otro para así, con la otra mano, sostenerle del hombro y acercarlo a él a la fuerza pero sin aplicar mucha presión sobre éste, sobre Rinto. Si no podía expresar algo con palabras, lo expresaría con acciones. Eso le resultaba menos complejo
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Mensaje por Rinto Mar Mayo 15, 2012 5:02 pm

Como siempre le sucedía cuando se encontraba solo, sus recuerdos le llevaron a esos momentos que no le gustaba recordar, no es que fueran horribles o traumantes, es que siendo alguien de llanto fácil como Rinto lo era, recordar cosas como esas le hacían sentir fatal y quería mantenerse feliz ahora que su mejor amigo había vuelto, quería mantenerse estable pues desde que había llegado a esa casa donde el anciano y segundo padre le adopto, juro jamás llorar por nada y hasta ahora lo estaba cumpliendo bastante bien.

Su mente le llevo al momento en el que llego a esa florería, su cuerpo estaba herido, bastante, sangraba por la boca y por algunas otras partes de su cuerpo, pero seguía caminando, con una expresión fría y seria como si fuese mas que un muerto en vida, de cualquier forma nadie de los que podrían ayudarle le presto atención, no escuchaba nada mas que un chillido en sus orejas, quizá producto de los golpes de su padre o algo similar, cuando no pudo mas, decidió acercarse a uno de los locales y pedir un poco de agua, para su sorpresa un amable anciano y su nieto le recibieron con los brazos abiertos, no solo le curaron el cuerpo si no que le dejaron vivir ahí, su vida desde ese momento mejoro de muchas maneras, aun teniendo que acarrear sus sentimientos por el nieto del florista.

También recordó aquella vez que fue por primera vez a un festival en aquel nuevo hogar, el anciano gasto gran parte de sus ahorros en ropa nueva para Rinto y un bonito broche que uso orgullosamente en su cabeza todo el tiempo, la gente que le conocía de antes pudo notar enseguida el repentino cambio, de ser el depresivo niño mudo, se había convertido en alguien que destilaba alegría, por eso los que apreciaban a Rinto se sintieron profundamente agradecidos con el florista, por cuidar de alguien tan inestable como el.

Una sonrisa tranquila surco por sus labios al recordar esos momentos, nunca considero su vida lo suficientemente buena y ese hombre que le había cuidado tan amablemente era alguien que Rinto tenia en su corazón todo el tiempo, había sido mas padre para el que su verdadero padre y le estaría eternamente agradecido por eso.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando la puerta se abrió, dejando entrar a un alterado y aun semidesnudo Saimon, el color que había logrado desaparecer del rostro de Rinto no tardo demasiado en volver, haciendo que el otro rápidamente buscara esconder su rostro en su cabello para que el otro no le viera, a pesar de estar siendo cubierto por apenas una tenue luz de velas.
Cuando le escucho decir aquello de su diario, a pesar de que se sonrojo terriblemente negó despacio, haciéndole ver al otro que estaba bien, de cualquier manera ese diario lo había escrito hacia mucho tiempo y siempre tuvo el pensamiento de que Saimon lo leyera algún día, en cierta manera se sentía liberado por eso y no podría enojarse por algo así jamás.
Busco con su mirada su pizarra, solo para buscar comunicarse con el otro y hacerle ver que todo estaba bien, pero todo pensamiento que tenia, toda solución, básicamente todo lo que tenia en la cabeza en ese momento se fue de un segundo a otro cuando sintió aquello, el beso que el otro le proporcionaba era algo rudo, pero luego cambio, se volvió lento lleno de confesiones silenciosas, todo aquello que soñaba con que algún día llegara para el, parecía presentarse justo ahora, la multitud de sentimientos que abordaron su cuerpo le hicieron enrojecer, mientras sus ojos se cerraban por una fuerza que parecía mas grande que la propia.

Finalmente para alguien de ilusiones de cuentos de hadas el momento que había esperado por años finalmente había llegado, aunque correspondía torpemente por la falta de practica, no podía dejar de pensar que ese momento era el mas perfecto de todos, aquel en el que el príncipe sube hasta el ultimo cuarto para entregarle el beso que despertaría a su ser amado, muchas preguntas que tenia en ese momento se vieron aclaradas, amaba a Saimon, mucho mas de lo que pensó hacerlo alguna vez y darse cuenta ahora le lleno de una felicidad enorme, tanto así que lagrimas de felicidad comenzaron a desbordar por sus ojos.

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Mensaje por Saimon Miér Mayo 16, 2012 3:54 pm

En un acto impulsivo como hacia siempre que se frustraba, el rubio actuó sin pensar, dejando paso a sus deseos y pasiones, sus instintos. La razón dejó de predominar en él. ¿¡Para qué!? Si al fin y al cabo, se expresaba mejor mediante acciones que mediante las palabras. Al menos respecto a sus emociones personales. Eso por ello que sin pensarlo besó al contrario, suavizando el contacto sentir como el peliazul le devolvía el beso y no lo apartaba de su lado.

Con sus ojos cerrados, sintió una calidez y una sensación de plena felicidad en su interior mientras lo besaba. No sabia explicarlo muy bien, pero en aquel momento supo que podría vivir siempre y cuando Rinto estuviera a su lado. En verdad, había deseado durante mucho tiempo poder confesarle lo que para él era el contrario. En más de una ocasión, el rubio, se mentalizó para decírselo, pero en el último momento le entraba la duda de si aquella confesión haría que se alejara de él el peliazul. La probabilidad de que lo aceptara, desde su punto de vista, eran pocas. Pero, tras aquella lectura de su diario… Sus dudas habían desaparecido.

Cuando se separó de aquel beso que al final siendo suave y expresivo, Saimon le sostuvo el rostro con ambas manos y limpió su rostro con sus pulgares. Sonreía de forma calida, sinceramente feliz por el beso. En sus ojos se acopló un brillo de ilusión. Había soñado tantas veces con un momento así durante sus tres años fuera… que el simple hecho de que se hubiera hecho realidad le parecía incluso incierto. Pero no estaba soñando. Estaba despierto. ¡Y tanto que lo estaba!

-Supongo que con esto nos hemos dicho todo lo que había que decir… -susurró, apoyando una mano sobre la cama y la otra sosteniendo la barbilla del contrario para que lo mirara. Era muy lindo cuando se sonrojaba. Entonces, apartó su mano de su barbilla y miró hacia la ventana, pero en vez de mirar abajo, miraba al cielo. Había salido a medio día del cuartel hacia su “libertad”, y tras varias vueltas por el pueblo antes de toparse con la problemática taberna, el día había estado pasando sin darse cuenta siquiera. Y mas desde que estaba con el peliazul, pues ya era por la tarde y en algo más de un par de horas el cielo primaveral se oscurecería.

-Mañana hará un día muy bueno, no hay ninguna nube casi… -dijo sin percatarse de la gente que preparaba en la calle los principales detalles de uno de los festivales. Saimon seguía sentado en la cama, junto a su amigo…
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